Hace calor, hace calor: quítate el pantalón {Free}

Tan bellas fechas y tanto tiempo, no podrían retenerme dentro de un aula de castigos. No era como si fuera mi culpa el que el salón donde impartían los tiempos de castigos no tuviesen un encantamientos para evidar las apariciones. ¿Y qué mejor forma de demostrar mis conocimientos escolares que en un proyecto práctico. Tal vez si en el mismo castigo se encontrara Sirius, o tal vez Remus, podría haberlo tolerado; pero a falta de ellos, me venía a la cabeza únicamente el verde campo de Quidditch. Aparecí en varios lugares para evitarme el llegar a ser seguido y crear una especie de confución. Otro punto, era que no fue mi culpa el que el profesor se distrajera unos segundos. Hay que estar siempre atento, ¿no? ¿Qué clase de ejemplo se les ponía en el futuro a los estudiantes? Vaya, vaya.
Tras estar en el pleno centro del estadio y haber conjurado una escoba cercana, levanté la cabeza al cielo, en espera de que dicha herramienta llegara. En momentos, la escoba estaba por un lado mío. Era una Barredora, de las más antiguas. Como quería yo mi escoba de vuelta, tan veloz como ninguna. Tal vez allí, en el futuro, las escobas fuesen aun más rápidas; pero bien, esa ocasión sería pospuesta. Subí a la escoba para elevarme despacio hasta los aros del lado derecho, dando unas cuantas vueltas en torno a ellos. El calor de la primavera era abrasador, perfecto. No solo por que mi cumpleaños caía en esa estación, me encantaba tanto. Conforme el sol se tornaba más intenso, también la rapidez de mis vuelos.
-Mucho mejor que un aula de castigos-murmuré, con una sonrisa triunfal.

La velocidad de la Barredora, limitada, me permitió escuchar el comentario de una voz lejana y conocida. Parecía ya que eran otros tiempos en los que nos conocíamos. Tras procesar sus palabras, bajé un poco hacia el suelo, para poder hacerme escuchar. Si Peter, Sirius o Remus sabían que les habían llamado 'Seguidores', ardería el techo.
-Lo que llamas seguidores, Lestrange, se les conoce como amigos. Aunque claro, no espero que estés familiarizada con el término-le dije en respuesta, con la sonrisa casi imposible de ver. Si bien me gustaba exagerar los gestos, y sobretodo lo que indicara las burlas, parecía que no eran tiempos adecuados para ello. Pero, solo tal vez, el momento era el adecuado, y reir ante la futura vida, era lo mejor que podía ofrecer- Lo que es extraño es que no traigas colgando a Regulus de la cadena, por supuesto.
Esperaba que de un momento a otro se elevara en los aires y sacara esa actitud tan Slytherin, pero quién sabe, tal vez la madurez que nos faltaba a todos le había cobrado cuenta a ella. Di una vuelta en la misma escoba, perdiendo altitud de poco en poco. Vaya carcacha, si yo me sentía anticuado en esos tiempos, no me imaginaba como vería a ese pedazo de madera con cepilletas.

Debía admitir que la chica me agradaba, sabía bien como responder, y claro entre los dos, podríamos armar unos diálogos para el mismísimo Profeta. Pero claro, Selenne siempre me había subestimado. Física, emocional y mentalmente. Ya se daría cuenta un día que, como comprobaban las palabras de Dumbledore, yo "era brillante".
-Pero bien sabes que tus ojos solo ven un décimo de las cosas: solo lo que te vienen en beneficio, como toda buena serpiente-le respondí, con la voz bastante controlada y sin liberar esa reacia sorna que me salía tan bien en los pasados días- pero bueno, los cuatro tenemos dieciséis y claro que somos niños. No es como si fuera mi culpa que tu te sientas como reliquia.
En cuanto puso la mirada en el baúl donde se encontraban los balones de Quidditch, supe que no podía liberarse nada bueno del asunto. Si bien ella quería competir o simplemente practicar, no era mi asunto ya. Por más que deberíamos quedarnos juntos, apoyar y todo el rollo, es clima no me iba a reprimir de vuelta a las aulas, y mucho menos ella.
-No lo sé, Lestrange. Después de todo, solo soy un cazador- le respondí, con el mayor tono de humildad que me fue posible. Me moví de adelante hacia atrás con la escoba. Nunca había volado una de aquellas, y realmente comenzaba a agradarme el movimiento del polvero aquel- un día libre es justo lo que yo traía en mente.
En su tono de voz y el modo en el que se movía, parecía que era verdad: lo único que buscaba era entretenimiento, nada de competencias rudas, nada de confrontamientos. Tal vez toda esa aventura nos llevaría a un punto donde pudiésemos estar en el mismo espacio sin gritarnos todo tipo de majaderías. Tal vez, por supuesto. El manipular a una Lestrange era básicamente imposible.